lunes, 19 de julio de 2021

CIENTO DIECIOCHO

Llegué para instalarme en Montréal por tiempo indeterminado el día lunes 11 de agosto de 2003. Para mi disgusto, hojeando un diario de espectáculos que ofrecían gratuitamente en una mega disquería-librería-casa-de-instrumentos-musicales que se llama Archambault, justito enfrente de la estación Berri-UQAM, en la esquina de Sainte-Catherine est y Berri, me enteré de que Tindersticks, uno de mis grupos favoritos, había dado un recital la semana previa a mi arribo. Generalmente no me muero por ir a conciertos, sin embargo, esta noticia me pareció una gastada. Es cierto que prefiero los discos en estudio a los recitales en vivo pero seguro que lo habría disfrutado. Era mi primera semana en la ciudad y este golpe apuntaba demasiado bajo. Devastado por el sinsabor de semejante noticia, me dediqué a recorrer cada uno de los cuatro pisos de la tienda responsable de mi malestar. Había de todo lo que se te pudiera ocurrir. Resultó ser un ambiente propicio donde ahogar mis penas. En el subsuelo, películas y discos de jazz. En la planta baja, música pop, música en francés, libros e historietas. En el primer piso, música clásica, partituras y libros de música. En el segundo, instrumentos musicales. Creo que debo haber estado más dos horas dando vueltas esa primera vez en la que entré. Total, estaba al repedo. Todavía no tenía laburo. No tenía ninguna obligación, ninguna entrevista, ninguna cita. No tenía que rendirle cuentas a nadie sobre dónde había perdido mi tiempo. Sobre porqué llegaba tarde a cenar. Aprovechando esa completa libertad, me dejé llevar por los pasillos dándome el tiempo de observar cada detalle de ese lugar que, a pesar de haberse presentado con la pata izquierda, empezaba a tornarse en un espacio mágico en el que parecía que las horas pasaban apenas, en el que uno podía perderse sin remordimientos entre tanta cantidad de objetos de deseo. Lo único que te devolvía de un cachetazo a la realidad era la etiquetita con un número expresado en dólares canadienses y la leyenda “plus tax”. Archambault ofrece artículos de primera mano, nuevos, encelofanados para minimizar los efectos de todo manoseo y vírgenes del tan temido toqueteo. Evidentemente, eso tiene un precio. Obnubilado por las cantidades de artistas que comenzaban a despertar mi interés, decidí focalizarme en los viejos conocidos para tener un punto de apoyo, un punto de referencia, dentro de esa tormenta de información. En esa época estaba interesado en la canción. Tanto en francés como en inglés. Había de lo que te imagines. Aunque seguro que te quedás corto. Opté por comenzar desde la letra A de la sección “musique anglophone” para hacer las cosas ordenadamente. Como te imaginarás, pasé por infinidad de nombres de artistas que me hacían subir el ritmo cardíaco. Cuando llegué a la letra T, ya no daba más. Demasiadas emociones para una sola tarde. Casi tiro la toalla porque tanta data comenzaba a alterar mis neuronas. ¡Menos mal que continué! A partir de ese día, empecé a pensar que en la vida todo lo que nos sucede termina siendo “una de cal una de arena”. La mano casi me temblaba mientras la acercaba para agarrar este disco, casualmente con mucho blanco en su portada. Deduje que se me ofrecía como una venganza por el sufrimiento que este mismo local me había hecho padecer un rato antes. No me importó nada. Ni siquiera miré la etiquetita del precio y fui directo a la caja agarrándolo firmemente, quizás temiendo que alguien se me acercara para tratar de arrancármelo de las garras o para decirme que ese artículo debía ser retirado de la venta. Se trataba del álbum “Waiting for the Moon” de los mismísimos Tindersticks que acababa de salir uno o dos meses antes. Nuevito, recién salidito del horno. Como sabrás, la venganza en realidad se come fría. Como no era suficiente felicidad la que sentía, cuando llegué al departamento y abrí el celofán, para mi sorpresa, el disco incluía como regalo por ser la primera edición un segundo CD. El EP “Don’t Even Go There”. Casi un dos por uno. Tomá mate. En ese instante supe que mi vida en Canada iba a ser todo un éxito.

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