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lunes, 7 de diciembre de 2020

OCHENTA Y CUATRO

El primer instrumento de música que toqué en mi vida fue un piano vertical. Pertenecía a una prima hermana de mi mamá que era concertista. Recuerdo que me gustaba el sonido de las notas graves, de las notas largas. Nunca supe tocarlo, pero tengo grabado en la memoria un momento en el tiempo en el que estaba sentado en el taburete, la luz tenue de la media tarde entrando por los vidrios de la puerta que daba al patio y mis deditos se apoyaban sin apuro sobre las teclas, dejando que las notas se prolongaran, apreciando las vibraciones de las disonancias, esperando que el sonido se extinguiera.

Después de muchos años de estar vinculado con el mundo de la música, tanto como espectador, tanto como creador, compositor o intérprete, he llegado a la conclusión que el sonido que más me gusta es el del piano acústico. Después de haber escuchado una gran cantidad de cantantes, he llegado a la conclusión que los que más me simpatizan son los intérpretes masculinos que detentan un registro grave y, si además su garganta presenta un tono rasposo, gastado, mucho mejor. Si se te presenta la imagen del viejo y querido Tom Waits, no te equivocás. Además, no es ningún misterio que me encanta su música. Su fusión tan personal de estilos. Su coqueteo con el jazz. Su humor. Pero sobre todo, su piano y su voz.

Esos dos elementos los encontré también en un francesito que oculta su apellido (parece que su viejo había sido un cantautor muy respetado en su país natal en los años 60 y quería despegarse un poco, lograr ser valorado por mérito propio, que su apellido no le allanara el camino o, quizás, que no lo condicionara de por vida). Gracias a la Alianza Francesa conseguí escuchar dos de sus álbumes. El primero que publicó que lleva simple y llanamente el nombre del flaco, “Arthur H”, y otro en vivo que se llama “En chair et en os”. Si bien es cierto que le queda un poco grande la comparación con un gigante con el señor Waits, hay que admitir que dentro de la música francesa es el que más se le acerca en género, en estilo. Toca el piano, flirtea con el jazz, tiene voz grave y cascada, recurre al humor con cierta frecuencia, ofrece canciones interesantes... Aunque lo aprecio bastante y he ido coleccionando una gran cantidad de sus discos, por no decir todos, nunca me animaría a decir que se le aproxima en genialidad, en ingenio, en picardía. Jamás. Sin embargo, animate y escuchalo porque es bueno.