Mostrando entradas con la etiqueta ARIA PRO II. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ARIA PRO II. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de agosto de 2020

CINCUENTA

Cuando empecé a grabar las canciones del proyecto MUTANTES MELANCÓLICOS, tenía el pedal Overdrive ARIA PRO II y lo combinaba con la distorsión del multiefectos YAMAHA FX500 cuando amplificaba mi guitarra. Hacían bastante quilombo cuando los encendía a los dos juntos. Sin embargo, sentía que algo le faltaba a ese sonido. Un poco más de ruido, un poco más de “noise”, como empezaron a decir los periodistas especializados de esa época, un poco más de bardo, como se decía en mi querido barrio de Flores. Fue así que en algún momento, empecé a acumular pedales de distorsión. Primero, mi amigo Martín, me cambió mano a mano un Super Overdrive de BOSS por un metrónomo electrónico que había comprado a instancias de un profesor de guitarra, que seguramente negaría haberme dictado esas clases por vergüenza, deshonra, o simplemente porque se ha olvidado de mí. De más está decir que el flaco se horrorizaría al saber que buscaba acumular pedales para que el sonido de mi guitarra se produjera sobre todo al pisarlos, no al tocar las cuerdas de mi instrumento. Un tiempo después, un sesionista que vino a grabar conmigo, trajo dos pedales más. Un DOD de color amarillo, creo, que sonaba espantoso y nunca utilicé; y un Drive Master de MARSHALL, que es una joya. El flaco dejó de venir y nunca más tuve contacto. Ni siquiera respondió a mis mensajes cuando le avisé que podía llevarse ejemplares de los discos en los que había participado. Por suerte, no se llevó los pedales tampoco. En más de veinticinco años, nunca ha dejado de utilizar estas cuatro distorsiones en sus diversas combinaciones. Los aparatos están un poco avejentados pero conservan el sonido crudo, rasposo y desgarrado que me gusta para mi guitarra. 


miércoles, 6 de mayo de 2020

CUATRO

Volvamos a mis primeros intentos por crear algo cercano a la música... o al ruido. En 1987, contaba con mi COMMODORE 128 para la que había conseguido un programa con el cual crear ritmos monofónicos de una bajísima calidad de sonido y otro con un sintetizador que, si mal no recuerdo, no permitía tocar acordes. También disponía de la guitarra criolla de mi madrina que había estado arrumbada durante largos años en el sótano de la casa de mis abuelos. Y una vieja armónica. Lo que no era suficiente como para lograr algún ruido digno de atención. Recién al año siguiente, cuando empecé a tomar clases de guitarra, mis padres accedieron a comprarme mi segunda guitarra, esta vez, una FAIM STRATOCASTER, eléctrica, roja, de segunda mano, y un pequeño amplificador PEAVEY AUDITION CHORUS, con un par de efectos de sonido, que aún conservo, aunque funcione intermitentemente. Al poco tiempo, compré mi primer pedal, un overdrive ARIA PRO II. Recuerdo que me encontré en las escalinatas de la iglesia de Flores con la persona que me lo vendió. Mientras caminaba de regreso a mi casa, me di cuenta de que no lo había probado y no sabía si funcionaba: todavía hoy sigo usándolo aunque ya está un poco castigado.