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sábado, 26 de marzo de 2022

CIENTO CUARENTA Y CINCO

En la disquería Atom Heart, en Montréal, las cosas podrían haber sucedido de la siguiente manera, la charla podría haber tomado estos giros, entre uno de los propietarios de la tienda y yo – un cliente recurrente que piensa que después de tantos años podríamos empezar a considerarnos amigos, mientras sonaba algún disco que me pasaba inadvertido y divagábamos sobre álbumes, grupos, estilos musicales, géneros musicales. Sobre música. ¿Qué más?

– ¡Qué bueno que Tortoise haya grabado un álbum nuevo! – dije con una sonrisa en la cara mientras se me licuaba la cera de los oídos preparando mi sistema auditivo para la experiencia enriquecedora de escuchar el nuevo álbum de uno de mis grupos favoritos.

– ¡Claro que sí! ¡Son geniales! – asintió Raymond.

– ¿Ya se sabe el título que va a tener? – pregunté con ansias.

– “It’s all Around you” – respondió Raymond con seguridad, aunque con su inconfundible acento francocanadiense.

– Siempre me pregunto cómo se les ocurren los títulos a la gente que hace música instrumental. ¿En dónde encuentran la inspiración? – filosofé.

– A mí no me queda claro si inventan el título y a partir de ahí se les disparan ideas para escribir la música o si escriben y graban la música, y luego se tiran sobre un sofá a escuchar los temas para decidir los títulos según lo que les sugiera el producto terminado – agregó Raymond filosofando aún más.

– Lástima que estos tipos no graben discos más frecuentemente. Les debe llevar mucho laburo... – me lamenté.

– Claro... Debe ser un proceso largo, pero ellos tienen otras actividades que los mantienen ocupados. Chicago tiene una escena en ebullición – aseguró Raymond con conocimiento de causa ya que Canadá recibe la inmensa mayoría de las propuestas musicales que surgen en yankilandia.

– ¿Qué hacen? – pregunté ingenuamente.

– Producen... tocan y graban música con un montonazo de grupos... – plantó la semillita mi amigo por la música.

– ¡Noooo! ¿En serio? No tenía idea... – dije como novato sorprendido.

– Cada uno de los miembros participa de varios proyectos, algunos con mayores semejanzas a Tortoise, otros bastante alejados, formal y estéticamente. Las ramificaciones son diversas. Los resultados, también – dijo Raymond pelando sus dotes de crítico musical y genealogista erudito.

– Nunca escuché nada de esos proyectos paralelos... no tenía ni idea de su existencia – me excusé de mi ignorancia abriendo los ojos a más no poder, respirando profundamente y agachando la cabeza para asumir que sabía muy poco de este género musical que circulaba sin obstáculos por la ciudad que me albergaba desde hacía poco menos de un año. 

– Si no querés alejarte demasiado del sonido de Tortoise, te conviene empezar por Isotope 217, donde participan John Herndon en la batería y Jeff Parker en la guitarra, con el trompetista Rob Mazurek. ¡Un caño! – me recomendó mi querido Raymond. 

– Tomo nota… La trompeta es mi instrumento de viento preferido. Me imagino ciertos tintes de jazz… ¡Ya tengo ganas de escucharlos! – al comenzar a descubrir nombres de nuevos artistas que merecían ser escuchados, me animaba cada vez más y encontraba una nueva razón para decir que me gusta la música.  

– Con éstos, tenés para entretenerte. Además, ese trompetista es incansable. Es el motor de infinidad de proyectos muy interesantes. Anotá: Chicago Underground en sus diferentes variantes – duo, trio, quartet, orchestra – Tigersmilk. Además de sus discos solistas y de muchísimas colaboraciones que no podés dejar de escuchar – continuaba Raymond con sus conocimientos de enciclopedista musical.

– Tengo para un rato... Son bastantes discos para escuchar – constaté.

– Mirá que acá no termina la lista. No guardes la libretita. – por suerte, Raymond me pinchó el globo y la sonrisa se me hizo aún más evidente.

– Dale, dale. – insistí para que no perdiera el hilo y que no se olvidara de ninguno de los artistas que se relacionaban con esta movida. 

– Enteramente instrumental, también tenés a Brokeback del bajista Douglas McCombs, que no se aleja demasiado del sonido de Tortoise aunque con una propuesta más austera, espaciosa, quizás ambient. El flaco también participa en el combo de improvisación Boxhead Ensemble con el que musicalizan películas viejas en sus conciertos. Nunca los vi en vivo, pero asumo que debe ser una experiencia interesante. También ha grabado con Pullman, The For Carnation y Toe, todos diferentes aunque el sonido de Chicago no logren sacárselo de encima. Son de ahí, no se les puede pedir otra cosa. Obviamente, son todos muy disfrutables – aseguró Raymond con su cara cómplice de coleccionista de discos.

– Buenísimo... ¡Ojalá me dé el tiempo para escuchar todo! – dije con cierta preocupación.

– Ahora que pienso, también están los proyectos de David Pajo, guitarrista de Tortoise en la primera época. Tiene algunos discos de canciones de variado interés pero los que firma como Aerial M y Papa M son instrumentales y bastante buenos. El flaco tiene currículum. Venía del archifamoso grupo Slint que dicen que solo con un par de álbumes en su haber reinventó el hardcore y allanó el camino para la creación del post-rock – agregó Raymond mientras yo trataba de escucharlo atentamente, aunque sin caer del asombro al descubrir que tanta cantidad de grupos me resultaban ajenos y desconocidos.

– Parece interesante, aunque el hardcore nunca fue santo de mi devoción… si encuentro sus discos a buen precio, los compro – rendido ante las evidencias, no podía hacer otra cosa que continuar anotando todos los nombres que mi amigo el disquero mencionaba.

– Si querés algún otro proyecto instrumental, no podés dejar pasar a Directions, en el que participó Bundy K. Brown. Otro miembro de la primera formación de Tortoise. También tenés a HiM, del baterista Doug Scharin – agregó Raymond con cierta reticencia. 

– Tengo una duda: no sé si cada vez me gusta menos escuchar las pelotudeces que dicen en sus letras algunos cantantes o si cada vez disfruto más el sonido abstracto de la música instrumental. Res non verba. Quizás empecé a perder la fe en las palabras, como dijera alguna vez Peter Hammill. Siento que solo unos pocos cantantes me ofrecen al menos una frase que me abofetea y me despierta, que me mantiene atento a lo que van a decir después. Otros, me dejan indiferente desde su primera sílaba – confesé casi con vergüenza.

– No te preocupes. A mí me pasa algo parecido. A las palabras se las lleva el viento, dicen algunos. Lamentablemente no todos los que toman una pluma tienen algo interesante para escribir, para comunicar. Para colmo, más de uno canta para el ojete, sin onda, sin carisma, sin convicción, sin sangre... – afirmó con cierta bronca Raymond, quien hasta ese momento me había parecido tan gentil.

– Así es... – asentí afianzando nuestra complicidad.

– En esta movida, la mayoría de las propuestas son instrumentales, pero tenés algunos con vocalistas. No sé si son de lo mejor, sin embargo, tienen algunos discos interesantes. The Sea and Cake, en el que participa el baterista John McEntire. Gastr Del Sol, con David Grubbs y Jim O’Rourke. June of 44, Codeine, The Eternals, Town and Country... – empezó a enumerar Raymond entrecerrando los ojos para tratar de no dejar a ninguno fuera de la lista. 

– ¡Mil gracias! De a poco los iré buscando... – dije resignado ante semejante avalancha de grupos que me interesaba escuchar.

– Tené en cuenta que muchos de esos artistas no tocan más y la mayoría de sus discos solo se consiguen en las tiendas de segunda mano, nosotros podemos buscarte algunos, pero no todos – anunció Raymond.

– Voy a empezar con los de Isotope 217 y los de Brokeback – afirmé con seguridad.

– Dale, deben tener tres discos cada uno. Dejame que busque en la web de la distribuidora... – dijo Raymond con la seriedad de un profesional en la materia.

– ¡Buenísimo! – respondí con cierta emoción.

– No te olvides que acá en Montréal, también tenemos exponentes del post-rock que no podés dejar pasar. Godspeed you Black Emperor!, Fly Pan Am, A Silver Mt. Zion... y en Toronto a Do Make Say Think – agregó Raymond.

– Lo sé, lo sé... me los presentó Francis.