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jueves, 30 de diciembre de 2021

CIENTO TREINTA Y OCHO

¡Qué lindos son los box-sets! Los que ofrecen un álbum y todos sus singles; los que presentan la edición limitada del álbum con material extra – desde recitales en los que se presentan las mismas canciones del álbum en su versión en vivo, sanguínea, sin retoques ni ardides de estudio – pasando por los outtakes de las mismas sesiones de grabación, las tomas descartadas, las mezclas alternativas, los remixes, hasta las famosas sesiones en la radio – las codiciadas Peel Sessions de la BBC; los que suman un DVD con la filmación de algún concierto, de algunas entrevistas o con algunos video clips; los que incluyen la discografía completa de la banda, álbum tras álbum, con su portada de rigor; los que incluyen cada uno de los singles, con la reproducción exacta de las portadas de las ediciones originales; los que compilan minuciosamente y respetando con riguroso orden cronológico las fechas de publicación – o de grabación, si se tratara de alguna pista inédita hasta ese momento – todas y cada una de las grabaciones que el grupo haya producido durante su carrera musical. 

Para el primer cumpleaños que festejé en Montréal, mi vieja me fue a visitar. El regalo, cae de maduro. Me dio rienda suelta para que encargara algún disquito que me interesara. No hizo falta que pensara demasiado, ya sabía lo que quería. Me precipité hasta Atom Heart, que quedaba a escasas cinco cuadritas del departamento donde vivía, y les encargué un box-set con tres discos de una bandita francesa un tanto ignota, aunque prometedora. Hasta ahí todo andaba a la perfección, tanto Francis como Raymond sabían sobre mis gustos eclécticos y tomaron nota de mi pedido sin vacilar. A la semana siguiente, cuando fui a retirar mi regalo, una clienta que estaba charlando con los muchachos, al verme llevar esa cajita amarilla con el nombre de un artista que le resultaba totalmente ajeno, me preguntó de qué se trataba lo que tenía entre manos. Con honestidad brutal, le respondí que no tenía ni la más mínima idea, que desconocía de qué se trataba el grupo, que lo había comprado porque la imagen de la portada me resultaba muy inspiradora. La jeta de la piba me hizo adivinar que pensaba que había entablado conversación con un demente, con un desquiciado o, al menos, con un loco lindo. Hasta se le leía en la cara un nítido “¿en dónde me metí, para qué pregunté?”. Esta compra no fue un acto suicida porque mi vida no corría ningún riesgo, pero debo admitir que podría haberme salido muy mal. Anteriormente había comprado discos siguiendo mi intuición al ver una imagen estimulante sobre una portada, pero era la primera vez que me basaba en mi olfato para comprar una caja conteniendo tres CDs. ¡Demasiado osado! Ojo, al escucharlo, descubrí que este box-set que había elegido como regalo de cumpleaños contenía música más que interesante, que ofrecía todas y cada una de las canciones que el grupo francés Bästard había grabado durante su breve carrera, respetando rigurosamente el orden cronológico de las fechas de grabación o de publicación de cada tema. Otro hallazgo. ¿Entrenamiento, muñeca o, simplemente, culo?