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martes, 14 de julio de 2020

CUARENTA

En el año 1992 decidí estudiar fotografía en una escuela de La Boca, lo que parecería una traición a mi pasión por la música. Pero no. Como todo tiene que ver con todo. Esta decisión tiene una explicación. El año anterior, había decidido que cambiaría la carrera de Ingeniería por la de Diseño Gráfico. Lo cierto es que desde la adolescencia, como ya lo he dicho en varias oportunidades, no solo había comenzado a apreciar los discos que compraba por la música, sino que también prestaba especial atención a las portadas, a los sobres internos, al centro de los discos, a la paleta de colores que usaban, a la fotografía. Entonces, pensé que un buen complemento para mi futura carrera universitaria sería este curso. Duraba dos años. En el primero se estudiaba fotografía en blanco y negro, en el segundo en color. Hice solo el primero porque los horarios me impidieron continuar con las dos cosas a la vez. Sin embargo, este curso me dio infinidad de herramientas, de buenos momentos, de gratas sorpresas y de recuerdos inolvidables. En fin, muchas de las fotos que usé para las portadas de los discos de MUTANTES MELANCÓLICOS las tomé en los safaris fotográficos que hacíamos para tener material para revelar películas o para practicar los procesos de copiado en papel fotográfico. Hoy, 28 años más tarde, estoy trabajando en la portada de mi nuevo álbum que se llamará “Autres Directions” para la que decidí utilizar una fotografía que tomé en aquella época practicando el barrido de un auto en movimiento en la esquina de Caminito sobre diapositiva. 

Retomando el tema del que quería hablar, presentaré el evento que permitió que enriqueciera mi magra colección de discos de esa época. Toda oportunidad para conseguir nueva música siempre es bienvenida y si, además, se trata de algún artista que uno aprecia, los límites para lograrlo se desvanecen. En el edificio de la escuela, había un balcón desde el que se veía el Riachuelo. Allí salíamos a tomar aire en los recreos. Todas las escuelas tienen banderas. Ésta, no era la excepción. Tenía un mástil amurado en ese balcón del que pendía y ondulaba nuestra bandera argentina. Era un mástil largo. La bandera no estaba cerca. Sin embargo, le aposté a una compañera que yo lograría agarrarla con la mano sin ningún esfuerzo ni riesgo sobre mi vida. El premio, para mí, sería un CD que acababa de ver, “Some Girls Wander by Mistake” de Sisters Of Mercy, un compilado imperdible que incluía todos los temas de los EPs que había tenido en vinilo y unos cuantos temas más que nunca había tenido la posibilidad de escuchar. Sabía que no debía fallar. Ansiaba tener ese disco en mis manos y no tenía dinero para comprarlo. Observé el viento, cómo subía y bajaba la tela dejándose llevar por la brisa proveniente de un espacio tan abierto y en un solo y certero movimiento, ya sujetaba nuestro símbolo patrio sin haber puesto en peligro mi vida. Resultado, esa compañera me compró ese disco y fui muy feliz. Años más tarde, en Montréal, tuve la suerte de avistar, en una tienda de discos usados, una versión impagable de ese disco. Era la edición limitada que viene en un una caja de cartón bien grueso y con un desplegable en acordeón impreso sobre una cartulina bastante sólida con la reproducción de cada una de las tapas de los EPs que están incluidos en el CD. Ya sin apuros económicos, no tuve más que sacar la billetera y pedirle a la empleada que lo bajara del anaquel porque, desde el instante en el que le clavé los ojos, cual cazador furtivo, supe que no podría escaparse de mí.  

https://mad-ride-records.bandcamp.com/album/autres-directions




viernes, 19 de junio de 2020

TREINTA

Siguiendo a la estela de los satélites del universo de Sisters of Mercy, cuando me enteré de la existencia del proyecto The Sisterhood, rompí el chanchito y sin escatimar un solo peso me compré el único disco de este proyecto paralelo del cantante de Sisters en el que él no canta ni una sola nota: “Gift”. De esta realidad no me enteré sino muchísimos años más tarde, gracias a discogs.com, ya que el disco de tapa negra no detallaba mucha información sobre el rol de cada uno de los nombres citados en los créditos. Solamente dejaba claro que Andrew Eldritch había escrito y producido la música. El disco, aunque bastante corto, me parecía buenísimo y me lamentaba de que Sisters of Mercy hubiera decidido tomar solo las ideas menos jugadas de este experimento para “Floodland”. Quizás si se hubieran animado a continuar explorando la veta marginal de estas canciones, no habrían caído en la tentación de grabar un tercer disco para el olvido. Sí, en algún momento de mi vida lo compré, lo escuché, me pareció espantoso y me lo saqué de encima tan rápido como si temiera contagiarme de alguna enfermedad incurable. Prefiero no recordar esa pérdida de tiempo y dinero. 


jueves, 21 de mayo de 2020

DIECINUEVE

Cuando llegué a cursar quinto año de la escuela secundaria, si mis cálculos no me fallan era el año 1989, ya había conseguido los vinilos de “Unknown Pleasures”, “Closer”, “Still” y “Substance” de Joy Division y los había devorado.

Mi apetito musical me había llevado a descubrir The Sisters of Mercy. Un grupo bastante oscuro, dicen. Aunque siempre estaban de negro, nunca los asocié a las “huestes del bajón y la depresión”. A mí, me encantaba escuchar “First and Last and Always” por la tarde, mientras estudiaba matemática. Creo que gasté ese vinilo: lo escuchaba tres o cuatro veces por día. El otro, “Floodland” me gustaba, pero lo percibía un poquito más fiestero y me enganchaba menos. Sin embargo, muchos años más tarde, cuando lo vi en CD, lo compré, lo disfruté y aún lo conservo.

También por aquella época de nuestra adolescencia, mi amigo Jorge había grabado, del cable, “Wake (In Concert at the Royal Albert Hall)” en VHS. ¡Era increíble! Había tanto humo que a duras penas lograbas distinguir la jeta de Andrew Eldritch, el cantante, y cuando el camarógrafo se le acercaba, los anteojos negros, a la Poncherello, y el sombrero, a la Clint Eastwood en “Hombre sin nombre”, le cubrían el resto de sus facciones. En ese concierto, los Sisters of Mercy tocaban un montón de temas que no conocía, que no estaban en ninguno de los dos álbumes que tenía y no fue sino varios años más tarde que conseguí los EPs en 12" de “Alice”, “Temple of Love”, “The Reptile House” y “Body and Soul” y pude al fin disfrutar de las versiones en estudio de esas canciones.