Mostrando entradas con la etiqueta Robert Fripp. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Robert Fripp. Mostrar todas las entradas

jueves, 22 de abril de 2021

CIENTO SIETE

Mmmmm... Amistad... ¿Cómo definís a un amigo? ¿Un amigo es aquel que busca la forma de moldearte a su antojo o el que te ayuda a desarrollar tu personalidad, a identificar tus preferencias y tus gustos? ¿Es aquel que pretende arrastrarte de las narices hacia sus elecciones o el que te presenta opciones para que elijas la que más te plazca, la que más te represente? ¿Cómo construís una amistad? ¿Mediante obligaciones? ¿Mediante la tortura? Con mucha vergüenza, tengo que admitir que durante largo tiempo dejé que me torturaran. Cedí ante el mandato de ciertos amigos que no dejaban de hacerme escuchar a Yes, Genesis, Jethro Tull y a otros de la misma calaña hasta que, cual autómata retardado, no podía dejar de repetir “don't kill the whales, don't kill the whales, don't kill the whales”. Si bien es cierto que me molesta que se anden matando ballenas por ahí, más me molesta parecer un mamerto loopeado que no puede dejar de repetir una canción que no le gusta ni un poquito. Además, como si no hubiera sido suficiente, me arrastraron para ir a dos recitales. El primero, de unos imitadores argentos del Genesis de la época de Peter Gabriel que se hacían llamar Rael. Una superproducción sin sangre. El otro, de uno de los exponentes porteños del rock sinfónico de la época. Unos tirados que no valían ni dos mangos. Lamentablemente, este tormento dejó cicatrices indelebles y tan profundas en mí que lograron que llegara a pensar que el género musical que se conoce como música progresiva no valía la pena ser explorado. Tristemente, me equivocaba. Estaba confundido. Una pena. Cayeron en la misma bolsa artistas que quizás me habrían interesado y que podría haber disfrutado desde mucho antes. Para el gusto de un adolescente que comenzaba a mostrar una marcada predilección por el caos, estuve mal asesorado, mal influenciado, mal informado. Desde muy joven empecé a interesarme por las anomalías, por la ruptura. Por las gratas expresiones deformantes que no se alinean con lo que el vox populi espera y acepta. Me atraía aquel que trazaba su propio camino, aquel que buscaba su propia voz, aquel que se alejaba de las tendencias, aquel que estaba al margen. No me importaba adular a los músicos por sus habilidades en el despliegue de eternos solos con los que solamente demostraban que artritis no tenían. Lo que me cautivaba en la interpretación musical era lo inusual, lo diferente, lo visceral; aunque a veces no se siguiera del todo lo aprobado por la mayoría. Me gustaban los que trataban de explorar nuevos campos, los que experimentaban. Mis amigos les decían “los raros”. ¿Mis amigos? Tengo que admitir que a esa gente dejé de verla hace más de veinticinco años, tiempo en el que tuve la suerte de conocer muchísima música “rara”, “deforme” y “ruidosa”. Creo que fue a principios de los años '90, cuando comencé a frecuentar el parque Rivadavia, que un flaco que se llama Roberto, que supo entender lo que yo buscaba en la música, me dijo: “la música progresiva no es solo eso que te hicieron escuchar, hay otros artistas que proponen algo más cercano a lo que a vos escuchás y te pueden gustar”. Él me sugirió que fuera a ver a Peter Hammill. Acepté la recomendación y lo hice, cuatro veces. Él me sugirió que escuchara alguno de sus discos. Acepté la recomendación y lo hice, tengo toda su discografía, desde sus discos solistas hasta los que ha grabado con Van der Graaf Generator, pasando por algunas colaboraciones de relevancia. De más está decir que estoy atento para no perderme ningún disco nuevo que publique. También me sugirió que escuchara “Exposure” de Robert Fripp. Acepté la recomendación y hoy tengo dos ediciones diferentes del álbum que incluyen las tres versiones existentes del primer disco solista del guitarrista. A King Crimson, aunque él también me lo recomendó en aquella época, lo escuché por primera vez un poco más tarde en la casa de Omar. No recuerdo si el pelado tenía “THRAK” o “VROOOM”. ¡Me encantó! Luego, me tenté y conseguí la trilogía “Discipline”, “Beat”, “Three of a Perfect Pair” en Musimundo y comprendí que había tenido un mal comienzo con este género musical. Que había estado demasiado mal asesorado. Un traspié tiene cualquiera.