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sábado, 12 de septiembre de 2020

CINCUENTA Y NUEVE

Nunca tuve cable. Miento. Al regresar de Canadá, creo que era el año 2009, cuando pedí la instalación de internet, le pregunté inocentemente al técnico si en un futuro sería muy complicada la instalación de la televisión por cable además del servicio de internet, si esto requeriría un recableado, por ende, hacer más agujeros en las paredes de mi departamento; a lo que el flaco respondió: me das unos pesos y te lo instalo hoy. En resumen, si bien es cierto que alguna vez tuve cable, también es cierto que nunca pagué – al menos no formalmente – por ese servicio. Ya lo he dicho anteriormente: no disfruto demasiado del cine, de las series, de la televisión. A pesar de ello, entre los años 1994 y 1996, miré dos series que produjeron cierta influencia sobre mi música: “Twin Peaks” y “The X Files”, de las que trataba de no perderme ningún episodio. La verdad es que David Lynch ha sabido elegir, para sus distintas películas, músicas y sonidos irremplazables en el contexto de cada una de sus historias. Tanto en la serie “Twin Peaks” como en la película “El fuego camina conmigo”, la banda de sonido no está de relleno. Actúa tanto como cualquiera de los personajes. Narra tanto como cualquiera de los textos del guión. Define el decorado tanto como cualquiera de las tomas fotográficas que nos muestran el escenario. Puedo decir que los discos de “Twin Peaks” me gustan tanto como cualquiera de los capítulos de la serie o la película. Lamentablemente, no me pasa lo mismo con la música de “The X Files”. La serie me gustó y me marcó. Me ayudó a descubrir pequeñas ideas para inventar un mundo de ciencia ficción en el que pudieron existir mis MUTANTES MELANCÓLICOS. Sin embargo, la música, aunque la encuentro simpática, tuvo una mínima influencia en una sola canción. Claro, usé el famoso y recurrente cliché de las bandas de sonido de infinidad de películas de este género: una melodía con pocas notas que se repiten intermitentemente por haber conectado la fuente de sonido a varios procesadores de echo o delay programados con alternativos tiempos de repetición. Una fija para sonar como en el espacio, parece.