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miércoles, 20 de mayo de 2020

DIECIOCHO

Cuando compré el primer álbum de Modern English, “Mesh & Lace”, lo hice por dos razones: lo había publicado el sello 4AD y me encantó la foto de la portada. Nunca había escuchado a ese grupo antes. Más tarde, leyendo los créditos de “It’ll End in Tears” de This Mortal Coil, me di cuenta de que el cantante participaba en uno de los temas. 

En algún momento, mientras vivía en Montréal, como conseguía CDs a un precio bastante razonable, me dio ganas de volver a comprar algunos discos que había tenido en vinilo y nunca había podido volver a escuchar desde que se me rompió la bandeja. Cerca del departamento donde vivía había una disquería de música alternativa: Atom Heart. Con frecuencia iba a charlar un rato sea con Raymond, sea con Francis. Hablábamos de música, obvio, y de muchas otras cosas. La pasaba muy bien. Un día le comenté a Francis que tenía ganas de volver a tener algún disco de los que escuchaba en mi adolescencia, sobre todo algunos de 4AD, a los que les había perdido el rastro hacía mucho tiempo. Con su usual sonrisa, él me anunció que los discos de ese sello se conseguían, nuevos, a un precio asombrosamente económico: acostumbrado a que en Buenos Aires, por un disco “Made in UK” me fajaran treinta dólares, cuando me dijo que cada uno salía 12,99 dólares canadienses (cerca de un 20% más barato que el yanqui), inmediatamente le encargué los tres de Modern English. Cuando los fui a retirar, como sabía que él estudiaba español de vez en cuando le enseñaba alguna expresión porteña. Ese día le dije: Francis, me agarró el viejazo, ahora encargame todos los de Joy Division (que también se conseguían a ese irrisorio precio). Cuando comprendió lo que quería decirle, aunque no paraba de reír, me hizo entender que si se trataba de buena música y que además me gustaba, no tenía por qué sentirme viejo al volver a escucharla. Lo cierto es que con el tiempo me he dado cuenta que la mayoría de la música que más me gusta, la que decido que forme parte de mi colección, tiene como factor común la atemporalidad o simplemente que no envejece patéticamente.

  


lunes, 18 de mayo de 2020

DIECISÉIS

Cuando conocí los primeros álbumes del sello 4AD, me contagié de la fascinación que sentía Juan Carlos y otros amigos de la disquería. Primero, era imposible ser indiferente a un arte de tapa que invitaba a soñar desde que se comenzaba a contemplar la portada se pasaba por el sobre interno hasta que se llegaba al centro ilustrado del disco, donde la mayoría de los sellos solo proponían una fría lista de temas. La mística continuaba al confirmar que rara vez los grupos de 4AD aparecían retratados como el resto de los artistas de la música pop: cada nueva capa de maquillaje servía para desacreditar el valor artístico de su obra. Finalmente, el sonido embriagador de cada uno de los discos que escuchaba de este sello me confirmaba que estaba presenciando algo único. Evidentemente, en esa época de mi adolescencia, en los comienzos de mi coqueteo con la composición musical, cuando aún no había logrado tener a mano tantos pedales de efectos, racks u otros módulos para procesar el sonido de mi guitarra, la novedad yacía en tratar de comprender cómo esos tipos hacían para crear semejantes bolas de sonido ininteligible. Hoy, después de haber usado una amplia paleta de efectos de modulación – desde chorus, flanger o phaser hasta vibrato, symphonic, leslie y wah-wah – para procesar los instrumentos que he incluido en mi propia producción musical, comprendo que estos artistas no solo tenían a su disposición unos cuantos pedales y procesadores, sino que además ponían todas sus perillas al máximo. Esto no los desmerece ni los desacredita: pienso que crearon un sonido “4AD” que iba más allá del sonido de cada banda que luego aprovecharon en los discos de This Mortal Coil. 

No recuerdo cuál vinilo compré primero, si fue “Treasure” de Cocteau Twins o “It’ll End in Tears” de This Mortal Coil. Sí puedo asegurar que el segundo me rompía la cabeza, no sé si será por sus cambios de climas, cambios de formación en cada tema, cambio de punto de vista de lo que la música pop tenía que ofrecer. “Filigree & Shadow”, también de This Mortal Coil, me lo había grabado del vinilo inglés de Juan Carlos. Al menos así lo pude disfrutar durante bastante tiempo... aunque algo me faltaba... ¡Qué linda tapa tenía ese álbum doble! ¡Qué temazo “Tarantula”!