Volvamos a mis primeros intentos por crear algo cercano a la música... o al ruido. En 1987, contaba con mi COMMODORE 128 para la que había conseguido un programa con el cual crear ritmos monofónicos de una bajísima calidad de sonido y otro con un sintetizador que, si mal no recuerdo, no permitía tocar acordes. También disponía de la guitarra criolla de mi madrina que había estado arrumbada durante largos años en el sótano de la casa de mis abuelos. Y una vieja armónica. Lo que no era suficiente como para lograr algún ruido digno de atención. Recién al año siguiente, cuando empecé a tomar clases de guitarra, mis padres accedieron a comprarme mi segunda guitarra, esta vez, una FAIM STRATOCASTER, eléctrica, roja, de segunda mano, y un pequeño amplificador PEAVEY AUDITION CHORUS, con un par de efectos de sonido, que aún conservo, aunque funcione intermitentemente. Al poco tiempo, compré mi primer pedal, un overdrive ARIA PRO II. Recuerdo que me encontré en las escalinatas de la iglesia de Flores con la persona que me lo vendió. Mientras caminaba de regreso a mi casa, me di cuenta de que no lo había probado y no sabía si funcionaba: todavía hoy sigo usándolo aunque ya está un poco castigado.
miércoles, 6 de mayo de 2020
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