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lunes, 10 de agosto de 2020

CINCUENTA

Cuando empecé a grabar las canciones del proyecto MUTANTES MELANCÓLICOS, tenía el pedal Overdrive ARIA PRO II y lo combinaba con la distorsión del multiefectos YAMAHA FX500 cuando amplificaba mi guitarra. Hacían bastante quilombo cuando los encendía a los dos juntos. Sin embargo, sentía que algo le faltaba a ese sonido. Un poco más de ruido, un poco más de “noise”, como empezaron a decir los periodistas especializados de esa época, un poco más de bardo, como se decía en mi querido barrio de Flores. Fue así que en algún momento, empecé a acumular pedales de distorsión. Primero, mi amigo Martín, me cambió mano a mano un Super Overdrive de BOSS por un metrónomo electrónico que había comprado a instancias de un profesor de guitarra, que seguramente negaría haberme dictado esas clases por vergüenza, deshonra, o simplemente porque se ha olvidado de mí. De más está decir que el flaco se horrorizaría al saber que buscaba acumular pedales para que el sonido de mi guitarra se produjera sobre todo al pisarlos, no al tocar las cuerdas de mi instrumento. Un tiempo después, un sesionista que vino a grabar conmigo, trajo dos pedales más. Un DOD de color amarillo, creo, que sonaba espantoso y nunca utilicé; y un Drive Master de MARSHALL, que es una joya. El flaco dejó de venir y nunca más tuve contacto. Ni siquiera respondió a mis mensajes cuando le avisé que podía llevarse ejemplares de los discos en los que había participado. Por suerte, no se llevó los pedales tampoco. En más de veinticinco años, nunca ha dejado de utilizar estas cuatro distorsiones en sus diversas combinaciones. Los aparatos están un poco avejentados pero conservan el sonido crudo, rasposo y desgarrado que me gusta para mi guitarra.