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lunes, 22 de febrero de 2021

NOVENTA Y TRES

Escuché por primera vez a este grupo danés en 1994, gracias a Lydia Lunch. Ella había participado en uno de sus álbumes y, más tarde, una de las canciones en las que ella proveía su salvaje genio había sido publicada en el compilado “Hysterie”, uno de los primeros discos de la locuaz yanqui que tuve. Recordarás que te conté que lo conseguí en la difunta disquería Stone Crazy. Los buenos son los primeros en irse, diría mi abuela Dora. Mejor dicho, ella habría vomitado directamente, “era bueno y se murió”. Le quise dar un tonito menos fatalista, pero, al final, de una u otra manera, tan equivocada, no estaba. Retomo el hilo. La verdad es que el nombre de este grupo, calculo que procedente de Copenhague, ya lo conocía desde mucho antes de haber podido escucharlo. Mi amigo Juan Carlos, durante nuestras tardes de degustación de discos, en la época en la que iba a la escuela secundaria y todavía no había tenido ni un solo CD en las manos, contaba que él había visto un catálogo de 4AD, el sello que nos hacía soñar despiertos por aquel entonces, en el que aparecía citado un simple de 7 pulgadas de un grupo del que no podíamos conseguir demasiada información. El grupo se llamaba Sort Sol ‎y el título del disco era “Marble Station”. Imaginate la cantidad de fantasías que tuvimos con ese disquito. La cantidad de boludeces de las que habremos hablado en torno de un grupo del que ninguno de nosotros tenía la más puta idea de dónde venía. De un disco del que ninguno de nosotros jamás había visto la tapa. Finalmente, el momento llegó. Tenemos mucho que agradecerle a la era de la informática y al e-commerce. A pesar de que muchos de nosotros, con el tiempo, nos hemos dado cuenta de que los monstruosos sitios de internet de venta de discos son insaciables e intentan alimentar nuestra gula hasta exprimir nuestra última gota de voluntad y de dinero, es cierto, que más de una vez hemos pecado y hemos sucumbido ante sus jugosas y sabrosas publicaciones. Claro, si con abrir una simple pantallita tenés acceso a infinidad de material que anhelás y deseás incluir en tu colección, es raro que no caigas en la trampa. Así fue, como en mis primeras excursiones por Amazon, allá por el 2001, encontré “Dagger & Guitar” de estos muchachos de los que te venía hablando. Recuerdo que en esa época laburaba en el diario PubliMetro y me llegó el  aviso del correo para retirar el paquete. Pedí que me lo entregaran en una oficina que tenían sobre la avenida Córdoba y me acerqué durante la hora del almuerzo. Se me pasó la hora de comer pero no me importó. No hacía falta probar bocado, ya tenía algo muy nutritivo entre mis manos.

Aunque pasaron más de cinco años hasta que volví a usar los servicios de este emporio – por no decir imperio, lamento admitir que, a pesar de mi resistencia, de tanto en tanto caigo en su redes y les entrego mi morlacos sin chistar demasiado porque continúan ofreciendo algunas perlitas que me hipnotizan y logran seducirme.