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miércoles, 17 de junio de 2020

VEINTIOCHO

En algún momento, en alguna de las charlas de la disquería de Charly, alguien me habló de una película que no podía dejar de ver. Para ser totalmente honesto, no me considero ni cinéfilo, ni conocedor del séptimo arte. En esa época, lo que más me acercaba a los amantes del cine era que los sábados por la noche miraba “Función Privada” por ATC. Con el tiempo, lo único que empezó a interesarme fueron las bandas de sonido, ni siquiera por las películas, porque tengo una basta colección de discos de soundtracks de films que no he visto, ni pienso sentarme a ver. En aquella película alemana, “Las alas del deseo”, aparecía Nick Cave and the Bad Seeds y un grupo que pertenecía a su universo que hasta ese momento no conocía, Crime and the City Solution. En el videoclub de al lado de mi casa, tenían la película. La alquilé y junté mi videocasetera con la de mi madrina, que vivía en mi mismo edificio, y me hice una copia. Para mi sorpresa, la película me gustó. Quizás por el uso de la imagen en blanco y negro, quizás por el ritmo lento, quizás porque no había diálogos sino voces que exponían pensamientos, quizás porque era la primera vez que escuchaba el alemán durante tanto rato y la lengua me hipnotizaba con algunas frases que se repetían. Muchos años después, en Montréal, vi el CD de la banda de sonido y como estaba muy barato, decidí comprarlo. Habían pasado muchos años desde la última vez que había visto la película y me sorprendió la intensidad de la música instrumental que habían usado. Satisfecho con esa compra, cuando encontré el CD de “Faraway, So Close!”, segunda parte deslucida de “Der Himmel über Berlin”, lo compré por segunda vez en mi vida ya que cuando vivía en Buenos Aires lo había tenido y en una urgencia monetaria había tenido que hacerlo guita.