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martes, 4 de agosto de 2020

CUARENTA Y CUATRO

Si la memoria no me falla, el primer recital under al que asistí fue al de Edad de Hielo. Juan Carlos me invitó porque tocaban Ernesto y Omar, a quienes había conocido en la disquería del gordo Charly. ¡Me encantó ir a verlos! No solo porque tocaron un par de covers de Joy Division (“Disorder” y “Day of the Lords”, creo), sino porque con esa gente me sentía cómodo. Compartíamos intereses musicales y no cuestionaban mis gustos como algunas otras personas con las que me había ido relacionando hasta ese momento. Ésos que decían interesarse por la música y poco a poco demostraban su falta de visión... En este caso, ¿no sería mejor decir: audición? Da igual. Es gente con la que nunca más he compartido nota musical alguna. Dommage.

Con el tiempo, Ernesto y Omar formaron Homenaje a Joy Division y más tarde, Exhibición Atroz. Además de ir a sus ensayos, solía ir a sus recitales a proyectar imágenes en las paredes mientras tocaban. Usaba un proyector de diapositivas en el que había ido alternando negativos de fotos en blanco y negro superpuestos, acetatos de colores y alguna que otra diapositiva color que tenía por ahí. Recuerdo los viajes en la caja de la Fiorino blanca. Hablábamos de música y nos divertíamos mucho. Los acompañé también en el estudio mientras grabaron sus dos álbumes, el que publicaron en casete, “Accidental Evolución Virtual”, y el que publicaron en CD, “Atrocity Exhibition”. Finalmente, con Omar tuvimos dos proyectos: ASUSTADOS UNIDOS, que lamentablemente no duró mucho tiempo y con el que nunca nos propusimos hacer presentaciones en vivo, y NO:ID., en el que Ernesto también participó en varias grabaciones aunque no tuvo ganas de acompañarnos en los recitales. Fue una linda época.

Bueno, me estoy yendo por las ramas. Tengo que confesar que en un momento de mi vida, fui ricotero. Sí, tuve cuatro de sus álbumes en casete: “Gulp”, “Oktubre”, “Un baion para el ojo idiota” y “¡Bang! ¡Bang!... Estás liquidado”. Además, como si no hubiera sido suficiente, fui a dos de sus recitales en Obras. Me gustaban, creo yo... Tenían algo que me cautivaba, aunque hoy no recuerdo ni entiendo qué era. En una de mis tantas visitas a la disquería HMV de la calle Sainte-Catherine, en Montréal, hurgando en los cajones de ofertas, encontré un ejemplar de “Oktubre” en CD. Me salió el argento que llevo adentro y me lo compré. Tengo que admitir que no me defraudó y que hasta se me dibujó una leve sonrisa, entre cómplice y nostálgica, al volver a escucharlo. Sin embargo, no se hagan muchas ilusiones, hasta ahí llegó mi amor.