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jueves, 14 de mayo de 2020

DOCE

No puedo negar que “Album” de Public Image Ltd. y “The Correct Use of Soap” de Magazine, dos discos que conocí gracias a mi compañero de banco, siguen gustándome como el primer día en que los escuché. Sin embargo, mis amistades musicales no provenían de la escuela secundaria. Con mi gran amigo Jorge, Pablo, para algunos, nos conocemos desde el jardín de infantes. Es cierto que cuando éramos pequeños, él corría tras una pelota de fútbol y yo coleccionaba muñequitos de Star Wars, pero en algún momento, los planetas se cruzaron y empezamos a hablar de música. En varios planos: artístico, técnico, estético... Yo le agregaba el actitudinal. En mi época de rebeldía adolescente comencé a valorar la “actitud” en la expresión musical y, con el tiempo, ésta dejó muy rezagada a mi apreciación por la “técnica”.

Imaginate que para mis primeras grabaciones usaba una doble casetera con la que iba superponiendo sobregrabaciones en las que muchas veces producía pinceladas abstractas de sonido que no respetaban ni métrica ni armonía. Todo se amalgamaba gracias al deseo de crear espontáneamente algún sonido que se aproximara a la expresión musical. No sé si la culpa de todo la tuvo la revista El Musiquero (que el canillita de en frente de mi casa me ofrecía cada vez que salía un número nuevo) en la que entre tantas cosas increíbles para un novato inexperto había leído una nota reveladora que explicaba: Cómo grabar un demo en tu casa. Proponía usar el baño para grabar las voces si no se disponía de un “reverb”, grabar los instrumentos de la base todos al mismo tiempo en estéreo y luego sobregrabar voces, solos, coros y arreglos, poner a amigos que no supieran tocar ningún instrumento a soldar cables... Todos esos consejos me ayudaron muchísimo y fortalecieron mi aprecio por la estética LO-FI. Aún hoy sigo pensando que mis mejores grabaciones las he hecho gracias a no disponer de recursos, lo que ha potenciado la creatividad con la que hubo que compensar cada falencia para que las cosas salieran adelante. Finalmente, guardo muy lindos recuerdos de todos los proyectos en los que tuve que rebuscármela para poder concretarlos, con lo que tenía.


miércoles, 13 de mayo de 2020

ONCE

Mientras cursaba cuarto año de la escuela secundaria conocí a Juan Carlos en la disquería de Charly, en la galería Boulevard, en la avenida Rivadavia y Gavilán. Él era un poco más grande que yo y me presentó muchos discos que me sorprendieron. Su colección era envidiable y, además, venía escuchando música hacía más tiempo que yo. De manera que él se convirtió en mi referente de confianza para intercambiar información sobre álbumes que valía la pena escuchar y otros a los que era imprescindible prestarles toda la atención. De esta última categoría, hoy me vienen a la memoria cuatro discos que Juan Carlos trajo a mi casa para que escuchara y que, en cuanto pude, compré. No sabría en qué orden mencionarlos porque son todos geniales. Los escribo en orden alfabético: Public Image Ltd. “Second Edition”, The Stooges “The Stooges” y “Funhouse”, Virgin Prunes “The Moon Looked Down and Laughed”.

Un sábado, durante las vacaciones, mi amigo se apareció en mi casa con el VHS original de “Sons Find Devils - A Live Retrospective 1981-1983” de Virgin Prunes. También trajo a Leo Leos, otro amigo en común que nunca salía a la calle sin su bicicleta, aunque fuera caminando, y a un belga del que no recuerdo el nombre que aseguraba haber presenciado un recital de Birthday Party en Bruselas, lo que fue suficiente para que ganara nuestro respeto y admiración. Los cuatro quedamos estupefactos al ver de lo que eran capaces aquellos irlandeses. Juan Carlos decía que Gavin Friday, uno de los dos cantantes, el que en ese video usaba a veces un vestido rojo y otras uno negro, era íntimo amigo de la adolescencia de Bono (el de U2) y que era él quien le había enseñado a cantar antes de que fuera famoso. Yo le creí. Claro, nunca me pareció que Bono cantara demasiado bien, de manera que cualquiera podría haberle enseñado a hacerlo. Muchos años más tarde, cuando conseguí “Shag Tobacco”, tercer disco solista de Gavin Friday, entendí que mi amigo tenía toda la razón: Bono había aprendido todo lo que sabía de Gavin. Sin embargo, creo que nunca logró imitar apropiadamente a su maestro.