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viernes, 17 de septiembre de 2021

CIENTO VEINTISÉIS

Conocer artistas nuevos no es tarea sencilla cuando lo que se busca va más allá del mero entretenimiento. Estar atento a las recomendaciones es una de las posibilidades. Sin embargo, no hay que fiarse demasiado ni del gusto ni de la percepción ajenos. Dejarse llevar de las narices o de las orejas, si preferís, suele no ser la mejor opción. Te exponés a resultar decepcionado. Cuando estoy a la pesquisa de material nuevo, lo que avala mi decisión al incursionar en la obra de algún artista que desconozco se justifica en los entramados de relaciones entre las obras de diferentes músicos. Por ejemplo, me topé por primera vez con un tema de esta banda oriunda de New York cuando compré el compilado “New Coat Of Paint” con reversiones de canciones de Tom Waits en la disquería Beatnick sobre la rue Saint-Denis, en Montréal. Lo cierto es que en un primer momento, el nombre de la bandita de estos muchachos me pasó completamente desapercibido. Me detuve en otros detalles. Siendo gran fan de la obra del viejo Tom, escuchar las versiones que ofrecía este álbum se auguraba prometedor. Sobre todo porque años antes había conseguido “Step Right Up”, el primer volumen de este homenaje, también publicado por el sello Manifesto, el que me había cautivado. No se repetía ningún artista. ¡Gran noticia! Al leer la contratapa, vi que participaba Lydia Lunch, lo que garantizaba que al menos una de las canciones tendría sentido en mi colección. También aparecían los Knoxville Girls, grupete reventado de mi estimado Kid Congo Powers, y, finalmente, Sally Norvell, una cantante que junto a Kid Congo me había ofrecido un par de lindos discos bajo el nombre de Congo Norvell. Un entramado que puede llegar a marear. A veces, a aclarar las cosas. Otras, a darle cierto sentido a las decisiones que uno toma. Resumiendo, de entrada, conocía solo a tres de los artistas que participaban. Un tiempo más tarde, investigando un poco más, descubrí que Kid Congo había participado con su ronco graznido en un disco que se llamaba “With All Seven Fingers”. Lo encargué por correo al sello en Alemania. Para mi sorpresa, recién cuando recibí el paquete me di cuenta de que se trataba de aquella banda oriunda de New York que participaba en el homenaje a Tom Waits a la que no le había dado ni un poquito de pelota. A fin de cuentas, todo tuvo sentido. Porque ese disco de Botanica me pareció genial. Aunque sigo sin comprender cómo se les puede haber ocurrido ponerle un nombre tan poco sugerente a su banda, tan poco pregnante. De esos que pueden pasar inadvertidos, sin pena ni gloria, sin llamar tu atención a pesar de tenerlo justo enfrente de tus ojos. Eso sí que no tiene sentido.

jueves, 16 de septiembre de 2021

CIENTO VEINTICINCO

¿Qué le dirías a un tipo que se cuelga una guitarra y que, a pesar de no demostrar habilidad alguna, insiste y consigue tocar en unos cuantos grupos junto a varios pesos pesados de la música independiente? Chapeau ! ¿Qué le dirías a un tipo que tiene una voz espantosa y que a pesar de eso se anima a cantar y, encima, logra codearse con varios pesos pesados de la música alternativa, tanto en Europa como en los Estados Unidos? Chapeau ! ¿Qué le dirías a un tipo que escribe y compone canciones intelectualmente básicas que te hacen mover la patita y mientras las escuchás se te va dibujando una sonrisa? Chapeau ! ¿Qué le dirías a un tipo muy pero muy fulero que tiene toda la onda? Chapeau ! 

La primera vez que vi una foto de la trucha de este flaco que aparentaba ser un proxeneta chicano de alguna película de los años ´70 fue en el librito del álbum “The Good Son” de los Bad Seeds. En los créditos lo citaban como guitarrista. Sin embargo, no puedo asegurar que haya distinguido sus aportes en ese disco. No fue sino hasta años más tarde que sus infortunadas cualidades musicales me sorprendieron y me desestabilizaron. No logro comprender cómo un tipo con una voz tan horrible, ronca, áspera, logró caerme tan simpático. ¿Será por su entrañable sonrisa? Cuando lo escuché cantar en “Headless Body in Topless Bar” de Die Haut comprendí que sus habilidades como vocalista eran expresivas, aunque muy limitadas. Quizás tan limitadas como sus habilidades como instrumentista. Dicen las malas lenguas que lo echaron de los Cramps por ser poco diestro con la guitarra, por no llegar a cumplir con las expectativas del grupo. Sin eufemismos, porque pensaban que era de madera. La guitarrista líder del grupo asegura que para uno de sus álbumes en el que participó Kid Congo, ella tuvo que hacerse cargo de regrabar todas las partes que él había interpretado porque no servían para nada, porque el tipo no le había puesto ni un poquito de onda al grabarlas. La verdad, no le creo demasiado. Considero que este muchacho, que no puede ni cantar ni tocar la guitarra como Dios manda, debe poseer algún encanto. Debe desplegar alguna que otra herramienta de seducción. Considero que en la música la sangre, el sudor y las lágrimas, combinados con cierto carisma pueden ofrecer sensaciones que desequilibren las bases de los teóricos y compositores más detallistas, más perfeccionistas, más avezados. También las de los instrumentistas más instruidos, más virtuosos, más abnegados. Muchos estudiosos se preguntarán ¿qué diantres le habrán visito a este tipejo falto de toda cultura musical? Les respondo: salve Kid Congo Powers, el cautivador serial.