sábado, 16 de mayo de 2020

CATORCE

Otro al que conocí en esos cursos de inglés fue un pelirrojo grandote que tocaba la trompeta en la banda de la iglesia evangelista en la que iría a rezar con su familia. Lo había apalabrado para que en algún momento grabara algo conmigo. Un contacto premonitorio que anticipaba mi futuro gran proyecto MUTANTES MELANCÓLICOS, en el que usé los servicios de un trompetista en una gran cantidad de canciones. Afortunadamente, las grabaciones con el colorado nunca se produjeron, sino a él lo hubieran excomulgado de su iglesia y a mí habrían intentado, como mínimo, echarme a la hoguera por haber incitado a uno de los fieles de su rebaño a transitar por los caminos del “pecado sónico”.

También conocí a Martín, fanático de Phil Collins. Algo que me resultaba incomprensible, no solo porque esa música me parecía espantosamente horrible sino que, además, me parecía que solo podía gustarle a una chica. Prejuicios adolescentes que aún hoy conservo. Este Martín me presentó a algunos de sus amigos que querían formar una banda. Él se propuso para tocar el bajo, aunque no tenía uno. Claro, él sabía que yo había logrado comprar un bajo usado y de mala muerte gracias a la venta de unas rifas. Había vendido tan pocos números que, afortunadamente, todos los ganadores habían quedado en el talonario. Resumen, no tuve que gastar ni un peso para comprar los premios y todo lo destiné para comprar un bajo de segunda mano, o más bien de décima, porque creo que nunca volví a ver un instrumento tan erosionado. Lo llamábamos el “pedo-bajo”: todas las notas sonaban iguales, como una flatulencia desesperada y monocorde. Lo único que lo hacía asemejarse a un bajo era que tenía cuatro cuerdas gruesas. A pesar de eso, lo usamos en nuestro grupo MATEN AL DISC-JOCKEY, con el que ensayábamos todos los sábados en el garaje de la casa de la abuela de mi amigo y hasta llegamos a dar un recital en el Club de Abuelos al que asistía mi abuela. Lindos tiempos, aunque la música que hacíamos fuera pésima. 

Lamentablemente, solo se conserva el sonido de aquel bajo en mi tema “Holocausto”, que grabé para el primer álbum de mi proyecto MUTANTES MELANCÓLICOS, “Voom Voom Va Hell La”. Durante el primer recital de este salvaje proyecto, mientras yo lo tocaba con un pedal de bombo preparado, el bajo voló por los aires hasta el público. En su caída, el cuerpo del instrumento se fisuró y nunca pudo recuperar su voz. Aunque algunos de los asistentes al recital intentaron hacerle tocar una última nota, esos intentos fueron en vano: el bajo ya estaba despedazado. 

https://mad-ride-records.bandcamp.com/album/voom-voom-va-hell-la


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