miércoles, 29 de diciembre de 2021

CIENTO TREINTA Y SEIS

Algunos han creado teorías extravagantes con las que aseguran que todas las personas se van cruzando por el mundo en distintas situaciones y que, tarde o temprano, llegan a relacionarse. Recordá la serie televisiva “Lost”... 

Podrán crearse teorías cuasi científicas de lo más sofisticadas, sin embargo, una vez más, la sabiduría popular – con precisión, estilo y tradición – nos brinda su máxima “el mundo es un pañuelo”. Con la que supera toda teoría propuesta por pensadores altaneros. Pensadores que suponen que abstrayéndose del mundo que los rodea, de la realidad que los aprisiona, lograrán superar a aquella sabiduría milenaria. Lástima que estos estudiosos no hayan sabido aprovechar esta máxima, que evidentemente ya existía cuando ellos se pusieron a discutir boludeces y que, además, ofrecía una propuesta mucho más clara, directa y simpática para definir su hipótesis. De haberlo hecho, quizás habrían sido capaces de ofrecernos alguna teoría original en lugar de un refrito insulso sin valor agregado.

En Montréal conocí muchas cosas nuevas, conocí mucha música nueva, conocí mucha gente nueva. Sin embargo, con el tiempo me fui dando cuenta de que conceptos como “novedoso” o “desconocido” son completamente relativos. Recordá... No nos olvidemos de que “el mundo es un pañuelo”. 

En Associés Libres Design conseguí mi primer trabajo en la ciudad. Una agencia pequeña, familiar. Cuando la esposa del propietario de la empresa supo que yo estaba solo, al aproximarse el Thanksgiving Day, me invitó a festejarlo en su casa junto a su familia. Conocí a sus padres y hermanas que venían desde Halifax, en Nova Scotia, y a sus tíos que habían viajado especialmente desde Barbados. Toda una cena en familia.

Durante las semanas siguientes, Jennifer y su marido entraron en confianza conmigo y me dieron un poco más de charla mientras trabajábamos en la oficina. En seguida supieron que mi mayor interés era la música. Charlamos sobre los recitales a los que había ido, sobre los recitales a los que me interesaba ir. Ella me contó que uno de los pocos conciertos de los que habían participado había sido en los años ’80, cuando habían viajado especialmente a New York para ver el show de su primo Pete que tocaba la batería en un grupo británico. Al recordar a su primo, me contó cómo disfrutaba cuando iba de vacaciones a la casa de su parentela en Barbados, cómo le gustaba navegar en el bote de su tío, cómo le gustaba pasear en la moto junto a su primo. En algún momento de nuestras charlas, surgió mi interés por coleccionar discos. Seguramente, cité algunos de los títulos buscaba para engrosar mi colección. Mientras hablaba, adivinaba que este tema resultaba ininteligible, incomprensible, para un par de personas alejadas de la pasión por la música, alejadas del coleccionismo de discos al que dedicamos nuestra vida los sonívoros. 

Luego de cobrar mi primer chequecito, en mi primera visita al HMV de la rue Sainte-Catherine ouest, conseguí tres discos que mencioné inmediatamente el lunes, al regresar al trabajo. Mencioné “National Express” de Divine Comedy, no lo conocían; mencioné “Berlin Babylon” de Einstürzende Neubauten, no lo conocían. Cuando mencioné “It’s Alright” de Echo & the Bunnymen, al escuchar el nombre de este último grupo, Jennifer de Freitas se puso pálida y seria. Solo pudo balbucear, casi sin aliento: “¿Co... conocés a Echo & the Bunnymen?” ¡Claro que lo conozco! Además... ¡Me gusta, me encanta! Le he seguido la carrera desde que cursaba la escuela secundaria. Ha sido uno de mis grupos favoritos desde mi adolescencia y he acumulado pilas y pilas de sus discos, entre álbumes y singles, primero en vinilo, luego en CD. Finalmente, se trataba del grupo de su primo Pete de Freitas, gran baterista que perdió la vida en un estúpido accidente de motocicleta. Todas las piezas calzaban a la perfección. Mismo bote... Misma moto... Mismo apellido... Mismo perfil... Observando mejor el rostro de Jennifer, pude adivinar las facciones de Pete. Él estaba allí. Todas las piezas calzaban a la perfección para que sigamos sosteniendo que “el mundo es un pañuelo”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario