jueves, 21 de mayo de 2020

DIECINUEVE

Cuando llegué a cursar quinto año de la escuela secundaria, si mis cálculos no me fallan era el año 1989, ya había conseguido los vinilos de “Unknown Pleasures”, “Closer”, “Still” y “Substance” de Joy Division y los había devorado.

Mi apetito musical me había llevado a descubrir The Sisters of Mercy. Un grupo bastante oscuro, dicen. Aunque siempre estaban de negro, nunca los asocié a las “huestes del bajón y la depresión”. A mí, me encantaba escuchar “First and Last and Always” por la tarde, mientras estudiaba matemática. Creo que gasté ese vinilo: lo escuchaba tres o cuatro veces por día. El otro, “Floodland” me gustaba, pero lo percibía un poquito más fiestero y me enganchaba menos. Sin embargo, muchos años más tarde, cuando lo vi en CD, lo compré, lo disfruté y aún lo conservo.

También por aquella época de nuestra adolescencia, mi amigo Jorge había grabado, del cable, “Wake (In Concert at the Royal Albert Hall)” en VHS. ¡Era increíble! Había tanto humo que a duras penas lograbas distinguir la jeta de Andrew Eldritch, el cantante, y cuando el camarógrafo se le acercaba, los anteojos negros, a la Poncherello, y el sombrero, a la Clint Eastwood en “Hombre sin nombre”, le cubrían el resto de sus facciones. En ese concierto, los Sisters of Mercy tocaban un montón de temas que no conocía, que no estaban en ninguno de los dos álbumes que tenía y no fue sino varios años más tarde que conseguí los EPs en 12" de “Alice”, “Temple of Love”, “The Reptile House” y “Body and Soul” y pude al fin disfrutar de las versiones en estudio de esas canciones. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario