martes, 6 de octubre de 2020

SESENTA Y UNO

No recuerdo cómo llegué a conocer a Gallon Drunk, creo que un comentario en la revista Esculpiendo Milagros despertó mi interés. Lo que sí recuerdo es que Leo, un flaco del que me hice amigo en el parque Rivadavia que tocaba la trompeta, instrumento con el que me acompañó en unos cuantos recitales de MUTANTES MELANCÓLICOS, con el que participó en muchísimos de mis temas a lo largo de toda la discografía del grupo, además, compraba discos de jazz en el extranjero para revenderlos y me ofreció traerme algún título que me sedujera, al costo. Una oportunidad para no despreciar. Inmediatamente, pensé en “Tonite...The Singles Bar”, “You, The Night ... and The Music” y “From the Heart of Town” de este grupo británico. Los dos primeros, me los consiguió, nuevitos y en celofán. En el instante en el que vi las imágenes de las portadas supe que este grupo prometía ser genial. Dos collages. En el primero, habían pegado una foto de una chica vestida con malla de leopardo reposando sobre una conga y una alfombra colorada arrugada arriba de una foto deslucida del monte Fuji y unas ramas de árbol de cerezo en flor. Algo que no se ve todos los días. En el segundo, fotos de instrumentos de percusión étnica recortados de alguna enciclopedia barata comprada en alguna tienda de libros de segunda mano se mezclan con fotos de baja definición de estatuillas de arte africano, todas ellas pegadas sobre la imagen de un cocodrilo en la que lo único aterrador es la falta de foco. Felizmente, no solo fui seducido por la gráfica de estos dos álbumes. La música, a pesar de continuar con la línea del rock devastador de garajes à la Birthday Party, proponía un sabor personal, hipnótico y fascinante, que resultaba una patada bien fuerte en las bolas tanto para el amanerado brit-pop como para el putrefacto grunge. Indefinibles, sugestivos, espontáneos y peligrosos: cualidades necesarias para que nunca triunfaran pero para que hayan sido inmensamente respetables a lo largo de su carrera. 



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