sábado, 11 de julio de 2020

TREINTA Y SIETE

Cuando uno es aún joven y supera cierta edad, ya no recibe más regalos para los cumpleaños, sino un poco de dinero. Sea porque no saben qué regalarte pues tus gustos pasaron a ser incomprensibles y no quieren sufrir el momento incómodo de la sonrisa falsa acompañada por un “qué lindo” o un “qué bueno, justo lo que necesitaba”, sea porque no han tenido ni tiempo ni ganas de ir a comprarte algo o, peor aún, porque han olvidado esa fecha tan importante y cubren el bache con unos manguitos, total, lo pueden adornar con un “para que te compres lo que necesites”. Aunque creo que desde los quince o dieciséis años recibía con exclusividad dinero como regalo, la única vez que me dieron una suma considerable y que valiera la pena, fue mi abuela Dora la que lo hizo. Imaginate que salí corriendo y me compré un CD doble. Había visto en Oíd Mortales, sobre la avenida Corrientes, casi en el Obelisco, un compilado de un grupo alemán que una vez un compañero de la escuela secundaria me había recomendado pero que en vinilo eran difíciles de encontrar: Einstürzende Neubauten. Ese disco, “Strategies Against Architecture II”, me abrió las puertas a un mundo totalmente nuevo. Se trataba de una forma de hacer música, de entender la música, que rompía con lo que había logrado comprender hasta ese momento. Hacía mierda las bases de la teoría musical y al romper con esas ataduras lograba reinventar el concepto y la noción de lo que conocía como “música”. Fue más que desestabilizante, más que una sacudida; fue un sismo más un terremoto más un cataclismo más una hecatombe, provenientes de cada uno de los cuatro puntos cardinales a los que se les sumó un tsunami por si algo había quedado en pie. Es un grupo que aprecio enormemente al que tuve la suerte de ver en vivo cuando vivía en Montréal. Aunque ya no estaba F.M. Einheit en la percusión y recién habían publicado el álbum “Perpetuum Mobile” que estaba lejos de sus más grandes éxitos, disfruté muchísimo de ese recital. Además, tuve la suerte de comprarles, en persona, una versión doble en digipack del álbum “Tabula Rasa”. La cereza del postre. 


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